y los libros hablaban y hablaban
pero Dios iba diciendo
pronto se acabará el mundo

Leopoldo Panero

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08 junio, 2008

Un cúmulo de despropósitos.

Para dos personas:

· Una ensalada mixta para compartir
· Merchat du vin
· Tournedó Huntsmart
· Muga Crianza (2004)

De nuevo en nuestra línea, reflexionamos durante una hora cuál sería el próximo lugar al que honraríamos con nuestra presencia. El escogido fue el reconocido restaurante santiagués situado en rúa nova y denominado como "Don Gaiferos"(sic).

Observamos la carta y nos convenció -en parte, por el hambre-, sobre todo por las carnes y sus extravangantes nombres que agasajaban cada uno de los platos, de una excesiva explicación que, como después pudimos observar, no eran más que demagogia.
Nos adentramos en una amplia estancia y bien distribuída con la típica piedra vista y camareros bien dispuestos que nos llevaron a una mesa al fondo. Hasta aquí todo agradable.

La carta de vino era de ésas que tienen dos vinos cuyo precio no puede ser calificado de otra forma que no sea "indecente" y luego otros de 12 a 40€... Vamos, una incoherencia de las grandes. Finalmente pedimos lo único que podía pedirse: Un Muga.
Los entrantes eran los típicos platos gallegos de ayer, hoy y mañana, ya sabéis: típico pulpo, típico caldo, típico tod. Muy poco variado. Que digo yo, ¿quién se come un pulpo de entrante para luego comerse un solomillo? Pedimos la única ensalada que había en la carta: mixta.

Para abrir boca nos pusieron un cuenquito de olivicas y unas cosas que parecían capullitos de flor que eran mantequilla. No tengo nada más que añadir al respecto.

A pesar que al entrar al restaurante, Yo, Mujer, enuncié a la camarera nuestro deseo de ocupar una mesa y que, posteriormente, también Yo, Mujer, le di a conocer a la misma los alimentos de los que dispondríamos para nutrirnos, me sorprendio muy poco gratamente que no dudase lo más mínimo en dar a mi acompañante a probar el vino que beberíamos los dos.

He aquí el primer detalle que me indignó, pero no tardó en llegar la ensalada que más que mixta era cutre (¿qué ensalada que se precie lleva guisantes, judías, champiñones (de lata) y tomates pelados?). Por supuesto y para no discordar con esa estúpida costumbre gallega, el mejunje de verduras ya venía aliñado.

Aquí comenzamos a observar la horrible decoración, que tampoco desentonaba con lo que estamos acostumbrados - que no inmunizados- a ver.
Entre todos los detalles fuera de lugar, destacaba el carrito de los postres: una entidad traqueteante dotada de ruedas y cuyo fin único era la exhibición constante de los postres a pesar de que los comensales no hubiesen siquiera llegado a los entrantes.

En fin, llegan los platos principales. Los denominaremos Mejunje II. El solomillo correspondiente rodeado de una especie de lo que podríamos llamar salsa. Mi solomillo estaba estofado, y sabía a estofado y no le faltaban los (one more time) champiñones laminados de lata y los guisantes. El de mi Maldito acompañante era otro solomillo pero el ahogante potingue que lo acompañaba era de un púrpura bizarro. Vomitivo. De verdad.

Obviamente no lo comí. El que parecía el maitre o, maitriño -como dirían por estos lares- se acercó a mí entre apesaumbrado, decepcionado y triste preguntándome por qué no había tocado el plato. Mi contestación fue sutil y comedida, pues por más que la ira inyectaba mis ojos en sangre, intenté no perder la educación y la compostura. Y, aunque hubiese preferido poder comer, es un detalle a agradecer que en la cuenta no figurase mi pedido.

No tomamos postres, obviusly, y por cómo el maitriño nos acompañó hasta la puerta, sospecho que influyó en su actitud el hecho de vernos con el molesquine relatando los pormenores de nuestra despreciable velada.

¿Qué se le va a hacer? Otro sitio más al que nunca volveremos.

Suscribe: Lánguida Famélica

03 junio, 2008

La siesta de los crêpes provoca monstruos


Para dos personas:
· Ensalada para compartir.
· Crêpe de carne, pisto, picante, bechamel y tomate.
· Crêpe de ajetes, trigueros, mozzarella y bechamel.
· Dos copas de vino.
· Botella de agua.

Una mezcla entre burdel barato e institución privada para guardar niños. Eureka, he hallado la descripción perfecta para ese manufactor de comidas llamado "la creperie".

Situado en un lugar tan excesivamente privilegiado como es la mismísima plaza de Quintana, entras y lo primero que te azota es el atronante sonido de no tanta gente; después, la pésima decoración de tonos pastel y cenefas.

Apurados, te apretujan en una mesa para dos y te echan la carta encima. Describirla me supone un esfuerzo tal que prefiero gastar mis energías en improperios más productivos para con los lectores. Tan sólo diré de ella que resulta un mejunje de crêpes (todos con bechamel, que no falte... ¡más bechamel, más bechamel! ¡Es la guerra!), ensaladas que parecen dignas hasta que ves que las sirven no en un plato, no, sino en una especie de abrevadero con lecho de lechuga y los demás platos no son ni dignos de mención. No hay carta de vinos, sólo una lista de nombres que supuestamente se corresponden con bebidas y que deben conocer ellos y el anciano que los fabrica en la parte trasera de su (se me iba a escapar una barridad) puta (se me escapó) montuosa casa.
Por benevolencia hoy acepto el lanzamiento de platos como la acción de servir. Eso hicieron, uno tras otro sin siquiera retirar el anterior. Una vergüenza, una falta de profesionalidad y, ante todo, un detalle que denota mucha dejadez.

La copa de vino que nos sirvieron quedó intacta en la mesa, algo que, si ya de por sí es preocupante, más lo es si comento que nos peleábamos por ese agua de mondariz que aquí tanto gusta y que en nuestra nada humilde opinión es un fluido de charca poco destilado. Ni qué decir que nos negamos a pedir los postres y los cafés en aquel lugar. Pagamos la excesivamente generosa cuenta -sin un solo céntimo de propina, dios bendiga esta España nuestra- e, indignados, nos fuimos.

Suscribe Lánguida Indigesta

29 mayo, 2008

Entrevista a Giacomo Meressi


En "A Curtidoría":
· Un Corral de Campanares (tinta de toro, 2006)
· Compartimos una parrillada de verduras
· Él: solomillo de buey al romero
· Yo: solomillo de ternera a la mostaza de Dijon y flan de arroz
· Manhatan de Mango con chocolate
· Copón de espuma de chocolate blanco, frutas del bosque y menta.


Son más de las diez, se acaba de hacer de noche y llueve. Llego a la puerta del restaurante y me peleo con el cadáver de lo que fue mi paraguas para intentar cerrarlo. Me adecento y por fin lo diviso en la zona habilitada para fumadores: una instancia perfectamente cuadrada con grandes ventanales, una mesita del servicio en el centro y él, en una mesa para dos, leyendo Goya y el abismo del alma, de László Földény mientras fuma uno de sus Wilde. Al verme, me recibe con dos cálidos besos y nos sentamos.

Yo ya he sacado la libreta, pero nos dedicamos a comentar lo bonito del sitio y degustar el vino que nos parece una excelente elección. Cada detalle en este lugar parece cuidado, todo es un perfecto agregado de elementos que dan al lugar el toque perfecto de elegancia y tranquilidad.


Aunque odio romper el ambiente de familiaridad al que estamos acostumbrados, saco la pluma:

Yo. Lo siento, Giacomo, pero vamos a tener que ponernos serios (risas). Es bien sabido que el haber sido galardonado con el premio Loewe supuso el empujón necesario para tu carrera. Si bien la obra con la que te proyectaste tuvo gran acogida, ahora tus antiguos proyectos se han revalorizado. Pero, ¿en qué estás trabajando ahora mismo?
Giacomo. Por un lado, trabajo sobre una serie de relatos breves y, por otro, sigo dedicando todo el tiempo posible a la serie de actos desordenados. Y la formación; eso siempre. Con esto y sobrevivir tengo suficiente.

Y. Tengo entendido que también has colaborado con Estrella Sánchez, qué lujazo.
G. Sí, ha sido un placer. Cuando esbozó la idea me maravilló. Es un tríptico con unos grabados acompañado de unos versos míos... Pero lo más importante es haber colaborado con ella siendo, sin duda, una de mis mayores influencias.
Y. Ahora que lo comentas, tus influencias hasta el día de hoy han sido claras, pero ¿qué influye en las obras en las que estás trabajando?
G. Me siento afortunado, pues últimamente he estado en contacto con personas que me han mostrando y enseñado sobre ciertos campos como la filosofía, la psicología, etc., lo que ha ayudado a enriquecer mi obra, sin duda. Aunque, si he de ser sincero, no es la etapa más proclive a la creación, pues aunque me gusta ser feliz, me siento más en una época de siembra que de recolección.

Y. La formación de la que antes hablabas, hacía referencia a sus estudios sobre neurociencias. ¿Cómo afecta esto a su creación?
G. La entorpece profundamente. Me quita mucho tiempo libre y me insta a estar rodeado de ineptos cientifcistas-materialistas.


No aguanto la risa. Conozco a este no tan joven artista desde que no era ni joven y verlo aquí con un pie en el mundo de la ciencia dura y la mente en el arte y la belleza me resulta una paradoja del destino.
Disfrutamos de los postres y llegan los cafés. Las primeras bocanadas de los respectivos pitillos son en silencio.


Y. ¿Tienes planes a largo plazo?
G. La muerte, más allá de eso no sé nada.

Y. Y, ¿qué hay de las confabulaciones con Rafael Argullol? (risas)
G. Pues ayer mismo estuve hablando con Rafa, me llamó para ver si podía echarle una mano con unos cursos en la P&F. Le dije que sí, por supuesto.

Y. Bueno, ahora me vas a permitir que entre un poco en materia rosa.
G. Ya veo por dónde vas -se ríe.
Y. ¿Cómo fue la visita a la Zarzuela?
G. Pues cuando me envió la invitación, le pregunté si podía ir acompañado por mi circo de enanos y putas, para emular a las antiguas tradiciones lúdicas de los Borbones -se ríe sonora y malignamente-. No, en serio, estuvo muy bien. Además fui acompañado de una amiga.

Y. ¿Quieres profundizar más acerca de esa amiga?
G. ¡Hombre! Creo que ya he profundizado bastante.

Y. Voy a ir finalizando, si no te importa. Ya sabes lo mucho que me desagrada, pero esta pregunta es inevitable: ¿qué opinas de la crisis del PP?
G. Yo es que soy más de UCD... Los afiliados somos Suárez y yo... Y él ni se acuerda.


Nos hemos pasado la velada riendo, sobre todo después de media botella de vino. Pero ya se hace tarde y no son horas para la gente bien. Los cafés están agotados, los restos de varios cigarrilos se ahogan en el agua del cenicero y los ventanales de la sala de fumadores comienzan a empañarse: llevamos aquí más de dos horas.
Ya en la puerta él se despide con otros dos besos y su típico "hasta pronto" que me deja los labios húmedos. Está claro, esta noche me procuraré un orgasmo pensando en él.

Suscribe: Lánguida Excitada

25 mayo, 2008

Ágapes y Viandas

Somos dos entes de juventud latente cuya situación geográfica es un lugar que todo el mundo adora y que nosotros -por diversas y no discutibles razones- consideramos un agujero perdido de la mano de dios: Santiago de Compostela.

Entre nuestras múltiples preferencias está la de degustar y en ocasiones sufrir la gastronomía santiaguesa (si surge, también de otros lugares de los que hablaremos más adelante). Y dado que también entra en nuestro multiples quehaceres la acción de denunciar, pues a ello nos daremos a continuación.

Dedicaremos múltiples litros de teletinta a descubrir los lugares dignos que frecuentamos y desenmascarar aquellos antros a los que acudimos una vez y no nos levantamos y nos fuimos por educación. Algunos de ellos tendrán el honor de recibir grandes elogios por nuestra parte, otros (la mayoría) quedarán temblando después de la emisión de nuestro juicio.


Crítica gastronomica: Casa Pepe

Casa Pepe es un bar de dos plantas, que se sitúa haciendo esquina en la Plaza de San Agustín y que podéis encontrar abierto todos los días desde la mañana hasta las doce aprox. No es extremadamente amplio, pero sí muy agradable. Tiene una amplia carta de vinos y las tapas que sirven están muy bien. Además hay una gran cantidad de tablas de patés, quesos, ibéricos, etc., pinchos, tostas y los mejores bocadillos de Santiago, casi tan buenos como la relación calidad/precio del sitio. En el servicio podéis encontrar una amplia gama de camareros eventuales y dos fijos: el jefe y una chica hiperactiva muy simpática. La decoración no es excesiva, bastante adecuada y la gente que frecuenta el lugar no lo convierte en un club de alterne, algo de agradecer.

Estos son mis pros. A continuación, cedo la palabra a mi maldito compañero.

Si bien Casa Pepe, como mi lánguida coinquilina ha indicado, se caracteriza por la calidad de sus viandas, debe hacerse notar que esto depende en un factor nada despreciable: el Azar. Tanto terminología, tamaño como contenido, dependen del humor y del camarero que depare el destino. Por no decir, que te puedes encontrar con la agradable afirmación: “hay demasiada gente, no te podemos hacer nada de comer”. Consultar vuestro tarot, horóscopos y quiromantes antes de venir. Un detalle no baladí, es que carece de precio reducido para la adquisición de vinos. Servidor, ha comprado -para la degustación casera- varias botellas en el local y he tenido que aflojar la gallina igual que si fuera a quedarme en el local. Un detalle así, en mi opinión, denota descuido. Por no hablar de la música, aleatoria en sus intérpretes y constante en su calidad: mala.