y los libros hablaban y hablaban
pero Dios iba diciendo
pronto se acabará el mundo

Leopoldo Panero

03 junio, 2008

La siesta de los crêpes provoca monstruos


Para dos personas:
· Ensalada para compartir.
· Crêpe de carne, pisto, picante, bechamel y tomate.
· Crêpe de ajetes, trigueros, mozzarella y bechamel.
· Dos copas de vino.
· Botella de agua.

Una mezcla entre burdel barato e institución privada para guardar niños. Eureka, he hallado la descripción perfecta para ese manufactor de comidas llamado "la creperie".

Situado en un lugar tan excesivamente privilegiado como es la mismísima plaza de Quintana, entras y lo primero que te azota es el atronante sonido de no tanta gente; después, la pésima decoración de tonos pastel y cenefas.

Apurados, te apretujan en una mesa para dos y te echan la carta encima. Describirla me supone un esfuerzo tal que prefiero gastar mis energías en improperios más productivos para con los lectores. Tan sólo diré de ella que resulta un mejunje de crêpes (todos con bechamel, que no falte... ¡más bechamel, más bechamel! ¡Es la guerra!), ensaladas que parecen dignas hasta que ves que las sirven no en un plato, no, sino en una especie de abrevadero con lecho de lechuga y los demás platos no son ni dignos de mención. No hay carta de vinos, sólo una lista de nombres que supuestamente se corresponden con bebidas y que deben conocer ellos y el anciano que los fabrica en la parte trasera de su (se me iba a escapar una barridad) puta (se me escapó) montuosa casa.
Por benevolencia hoy acepto el lanzamiento de platos como la acción de servir. Eso hicieron, uno tras otro sin siquiera retirar el anterior. Una vergüenza, una falta de profesionalidad y, ante todo, un detalle que denota mucha dejadez.

La copa de vino que nos sirvieron quedó intacta en la mesa, algo que, si ya de por sí es preocupante, más lo es si comento que nos peleábamos por ese agua de mondariz que aquí tanto gusta y que en nuestra nada humilde opinión es un fluido de charca poco destilado. Ni qué decir que nos negamos a pedir los postres y los cafés en aquel lugar. Pagamos la excesivamente generosa cuenta -sin un solo céntimo de propina, dios bendiga esta España nuestra- e, indignados, nos fuimos.

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2 comentarios:

Quim dijo...

Me encanta ser el único que opina en vuestras grandilocuentes encuestas. Ya sabes que siempre desprecié las gafas de sol.

Eres genial, languida mia.

Anónimo dijo...

Bueno, yo he entrado por primera vez y también he votado. La verdad es que debería entrar más a menudo para ver como vas a una crepería y quieres que tengan una carta de vinos. ¿Te acuerdas de la mujer que me preguntó qué vinos tenía?
Es igual, te queremos asín. (Que, por cierto, sale en la puta RAE por culpa de gente como Salba (con b, albaní también sale)
beso