Pues eso, que el chiguito nos ha ganado y como nos debemos a vosotros, pues no podíamos dejar de haceros partícipes de este descubrimiento.
y los libros hablaban y hablaban
pero Dios iba diciendo
pronto se acabará el mundo
Leopoldo Panero
14 enero, 2009
04 junio, 2008
Última hora -necrológicas-
El otrora prometedor vividor Giacomo Meressi hoy, 4 de Junio, ha sido hallado sin alma en su vivienda habitual. La noticia saltó cuando, al mediodía, su habitual pléyade de admiradores acudió a su hogar como todas las mañanas a observarle mientras él se escuchaba hablar.
Según testigos presenciales, sus ojos -sin el brillo de los últimos meses-, eran puras ojeras otorgadas por las pesadillas y la culpa. Delante de ellos, abjuró de si mismo y del sinsentido de su existencia.
Según testigos presenciales, una vez conclusa su perorata, haciendo acopio de fuerzas, se levantó, se vistió, se ciño por última vez su pañuelo negro y dejó que una esperanza, tan irracional como bella, le guiase en su camino a ninguna parte.
Informa: Maldito Exmaldito
02 junio, 2008
Metamística del alma

Y esta perorata, ¿para qué coño?. Como introducción de un cósmico concepto al que algunos llaman "director de cine de nuestra vida cotidiana".
-Advertencia, modo surreal:"on"- El transcriptor no se hace responsable de las incoherencias vertidas a continuación.
El director de cine de nuestra vida cotidiana posee varios atributos. El primigenio, fue el de dotar de componente musical a nuestros actos. Existe la variedad sutil -cuando nos vienen melodías a nuestra linda cabecica- o la épica, ¡la homérica!. Me refiero a los epifánicos momentos en los que canciones suenan y sabemos que esas y sólo esas, son las que deberían sonar en ese mero instante. Lo reconocemos por una vaga sensación de irrealidad y de coherencia ontológica transitoria.
Pero entremos en fangos metafísicos. Los planos más complejos de nuestra alma, tan sólo dependen del voluble caracter de nuestro cinematógrafo privado e intransferible. Desengañaros de otras tontunas que os hayan contado... supercherías.
Grosso modo, espacio-temporalmente podemos distinguir varias escuelas:
- Norteamericano spilberiano: se reconoce a estas personas por su afán de notoriedad, por su desmesurado afán de que todo orbite a su alrededor y por buscar el don de agradar baudelariano de la manera más zafia posible: rebajándose al nivel de la turba.
- Norteamericano alleniano: bajo un halo de timidez, tampoco renuncia al centro de atención. Estos individuos buscan alcanzarlo no por la palabrería vana, si no por el ridículo. Por la universal conmiseración, que se nos presupone a todos hacia el patán, el torpe y el feo. ¿Ustedes la sienten? Yo tampoco.
- Latino felliniano: todo resulta escaso. Más color, más botellas, más alto, más dispendio... suele durar un tiempo y luego desembocar en otro estado cinematográfico o en el óbito gargantuesco. Demasiado fulgor para un solo alma. Arquetipo: Mynheer Peeperkorn.
- Británico Wodehouse -sí, lo sé, es escritor, pero aquí soy yo el que manda-. Ciertos reparos, les impiden participar de la vida a fondo, a no ser que se impongan los imprescindibles guantes. Salir de sus reductos, plenos de clase y decadencia, resultaría mezclarse demasiado con la materia corrupta que invade todo, entorpeciendo la belleza. Si es que ya nada es lo que era...
- Nórdico Bergmaniano: ni contigo, ni sin ti. Todo es metafísico, duro e incomprensible. Capaz de quedarse mirando una bandada de pájaros, o un vaso de agua con burbujicas y defender una teoría sobre la incapacidad metamística de conocerse a uno mismo -a los demás ya ni te cuento...-. Muy, pero que muy atormentado.
P.S: mi director de cine cotidiano es un cachondo. Ahora me deleita con Franco Battiato y su "yo quiero verte danzar". Probablemente, se ha cabreado por desvelar su existencia al vulgo. A esto, se le llama "Justicia cósmica", pero esto -queridos míos- sería otra historia.
Suscribe Maldito cinéfilo
01 junio, 2008
Asueto dominical
La desgracia se cierne sobre nuestras lánguidas y malditas almas.
Pero esta no es nuestra desgracia -al menos no la más grande ni acuciante-, sino el hecho de que ni una masa entera de incompetentes camareros ha podido frenar el impulso incontenible de un hombre que se ha empeñado en tocar el piano.
Desde nuestra estancia privada no se veía nada, sólo comenzamos a oír el piano de pronto: horrible. El Señor Maldito comenzó a resoplar y chasquear la lengua, cada vez con más indignación, comenzó a pasar las páginas del periódico cada vez con más fuerza, levantaba la mirada hacia la puerta por donde entraba el estruendoso sonido... El ente seguía aporreando el -por otro lado- bellísimo piano de cola. Éste no aguanta más, se levanta indignado y va hacia la puerta, la abre, sale, vuelve:
- Bah, sólo es un borracho -dice asqueado con un ademán de desprecio.
La música cesa.
Expelido por Lánguida.
27 mayo, 2008
El paraíso del estilo
Nada se ha comentado hasta el momento de los realizadores de este blog y, por supuesto, no procederé ahora a desentrañar los nada misteriosos detalles de nuestras existencias.
Debo haceros partícipes, queridos lectores, de la indignación que nos supone a aquellos que apreciamos en mayor o menor medida la elegancia, el simple hecho de caminar por la calle. Comprendo -más bien me esfuerzo en comprender mediante el análisis fenomenológico- la actitud rebañil que se ha implantado en la sociedad, comprendo -al anterior inciso me remito- que la masa femenina se amontone en las cajas y probadores de los Stradivarius (sin menciones al oprobio que supone para el originario del nombre), los Bershkas o los Zaras, comprendo -idem- la necesidad de destacar no destacando, et cetera.
Mas no comprendo cómo estas féminas tan preocupadas por engordar sus armarios con ropa de moda (que hasta hace nada podía ser considerada demodé) carecen de la necesidad de llevarla con elegancia, con estilo.
Bien es cierto que no todos nacemos con el porte adecuado o con unos andares dignos de un tacón de once centímetros... ¡Pues educáos o morid!
Es imposible a día de hoy pretender la abolición de las tendencias que tienden al olvido momentáneo, por lo que yo abogo por el cuidado del detalle, del perfume bien escogido (¡no a la colonia de mora después de los 15 años! ¡No a las bailarinas con tachuelas o a los bolsos cegadores!), abogo por el bolso a conjunto con los zapatos, por el pañuelo y el foulard, por los andares erguidos, los peinados dignos, por la muerte de las mechas caoba sobre rubio o rubias sobre oscuro...
No puedo evitar recordar a Marlene Dietrich, y su gran frase en Testigo de Cargo (Billy Wilder): "Nunca me desmayo por miedo a no hacerlo con elegancia". Gran mujer.
Abogo, señores, por un ápice de dignidad.
Si no lo hacen por ustedes, háganlo por nosotros. Como diría el señor Vegas, no nos hagan correr el peligro de perder la razón.
Suscribe: Lánguida Iracunda.
El paraíso de los sombreros

¿Dónde están los sombreros? ¿Las capas? ¿Los trajes de tres piezas? ¿Alguien permite una partida de póker sin un chaleco y una camisa blanca? ¿Se puede beber un whisky con una gorra en la cabeza? Quizás sí, pero tan sólo ese sucedáneo bastardo llamado Bourbon.
Me encomiendo a Dean Martin, a Morrissey, a Mr. Wilde y al gran Bogart.
Los que tengan el don innato de la elegancia, loados sean. Para el resto, el rechinar de dientes. El luchar por estirar el cuello y respirar más allá de este marasmo anodino y patético de P&B, H&M y putas mierdas varias.
Apuro mi copa, estrujo mi cigarro contra el cenicero y, airado, demuestro mi desprecio con un efectivo -y efectista- pañuelo negro al viento. Si es necesario, iré desnudo. Pero no dejaré que me vistan ignominiosos seres, movidos por Dios sabe qué motivaciones antiestéticas y pro pensamiento único.
Abracémonos pues, estas señales -indudablemente- anteceden el Apocalipsis.
Suscribe: Maldito Indignado.