
¿Dónde están los sombreros? ¿Las capas? ¿Los trajes de tres piezas? ¿Alguien permite una partida de póker sin un chaleco y una camisa blanca? ¿Se puede beber un whisky con una gorra en la cabeza? Quizás sí, pero tan sólo ese sucedáneo bastardo llamado Bourbon.
Me encomiendo a Dean Martin, a Morrissey, a Mr. Wilde y al gran Bogart.
Los que tengan el don innato de la elegancia, loados sean. Para el resto, el rechinar de dientes. El luchar por estirar el cuello y respirar más allá de este marasmo anodino y patético de P&B, H&M y putas mierdas varias.
Apuro mi copa, estrujo mi cigarro contra el cenicero y, airado, demuestro mi desprecio con un efectivo -y efectista- pañuelo negro al viento. Si es necesario, iré desnudo. Pero no dejaré que me vistan ignominiosos seres, movidos por Dios sabe qué motivaciones antiestéticas y pro pensamiento único.
Abracémonos pues, estas señales -indudablemente- anteceden el Apocalipsis.
Suscribe: Maldito Indignado.
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