y los libros hablaban y hablaban
pero Dios iba diciendo
pronto se acabará el mundo

Leopoldo Panero

28 junio, 2008

Cuaderno de ¿bitácora?

De aquella entrada que pudo haber sido y no fue...

24 junio, 2008

Mi amigo Paco el Pocero

Expelidos al territorio donde moran los más de entre los mortales, nos vemos abocados a la nada gratificante tarea de hallar morada. Sí, inmobiliarias, propietarios, cambalaches, contubernios y demás entes provocadores de dolor de cabeza.


Ante semejante tesitura caben varias posibilidades morales. Después de sopesar y abandonar -parece que totalmente- la idea del suicidio ritual, tan sólo queda la búsqueda. Yo considero más factible el desarrollo de un prototipo pseudo-humano capaz de llevar a cabo tan arduo quehacer por sí mismo, que topar con la tan merecida morada digna de un alma lánguida y de unos huesos mortales. Pero, congéneres, el tiempo apremia y nos hallamos sumergidos en una espiral destructiva y kafkiana: llama por teléfono, consulta la web, concierta citas, ilusiónate y decepciónate. Todo ello ad infinitum.

Nos constriñe un vago aire de fatalidad que me niego a asumir, así que divido mi tiempo entre buscar morada y pedir a mis deidades conservar una brizna de salud mental. Y es que, amigos, ciertos zulos exigen una tirada de cordura cuando almas sensibles, como las nuestras, se adentran en ellos.
Abdico -o no- pero voto a bríos que si alguien me encuentra piso, le gratificaré con unos euricos, un polo drácula y una colección completa de películas de Marisol, Joselito y Pablito Calvo.

Queda dicho.

Suscriben: Lánguida Desterrada y Maldito Deportado

19 junio, 2008

Aviso







No, no nos hemos ido. Seguimos vivos.

08 junio, 2008

Un cúmulo de despropósitos.

Para dos personas:

· Una ensalada mixta para compartir
· Merchat du vin
· Tournedó Huntsmart
· Muga Crianza (2004)

De nuevo en nuestra línea, reflexionamos durante una hora cuál sería el próximo lugar al que honraríamos con nuestra presencia. El escogido fue el reconocido restaurante santiagués situado en rúa nova y denominado como "Don Gaiferos"(sic).

Observamos la carta y nos convenció -en parte, por el hambre-, sobre todo por las carnes y sus extravangantes nombres que agasajaban cada uno de los platos, de una excesiva explicación que, como después pudimos observar, no eran más que demagogia.
Nos adentramos en una amplia estancia y bien distribuída con la típica piedra vista y camareros bien dispuestos que nos llevaron a una mesa al fondo. Hasta aquí todo agradable.

La carta de vino era de ésas que tienen dos vinos cuyo precio no puede ser calificado de otra forma que no sea "indecente" y luego otros de 12 a 40€... Vamos, una incoherencia de las grandes. Finalmente pedimos lo único que podía pedirse: Un Muga.
Los entrantes eran los típicos platos gallegos de ayer, hoy y mañana, ya sabéis: típico pulpo, típico caldo, típico tod. Muy poco variado. Que digo yo, ¿quién se come un pulpo de entrante para luego comerse un solomillo? Pedimos la única ensalada que había en la carta: mixta.

Para abrir boca nos pusieron un cuenquito de olivicas y unas cosas que parecían capullitos de flor que eran mantequilla. No tengo nada más que añadir al respecto.

A pesar que al entrar al restaurante, Yo, Mujer, enuncié a la camarera nuestro deseo de ocupar una mesa y que, posteriormente, también Yo, Mujer, le di a conocer a la misma los alimentos de los que dispondríamos para nutrirnos, me sorprendio muy poco gratamente que no dudase lo más mínimo en dar a mi acompañante a probar el vino que beberíamos los dos.

He aquí el primer detalle que me indignó, pero no tardó en llegar la ensalada que más que mixta era cutre (¿qué ensalada que se precie lleva guisantes, judías, champiñones (de lata) y tomates pelados?). Por supuesto y para no discordar con esa estúpida costumbre gallega, el mejunje de verduras ya venía aliñado.

Aquí comenzamos a observar la horrible decoración, que tampoco desentonaba con lo que estamos acostumbrados - que no inmunizados- a ver.
Entre todos los detalles fuera de lugar, destacaba el carrito de los postres: una entidad traqueteante dotada de ruedas y cuyo fin único era la exhibición constante de los postres a pesar de que los comensales no hubiesen siquiera llegado a los entrantes.

En fin, llegan los platos principales. Los denominaremos Mejunje II. El solomillo correspondiente rodeado de una especie de lo que podríamos llamar salsa. Mi solomillo estaba estofado, y sabía a estofado y no le faltaban los (one more time) champiñones laminados de lata y los guisantes. El de mi Maldito acompañante era otro solomillo pero el ahogante potingue que lo acompañaba era de un púrpura bizarro. Vomitivo. De verdad.

Obviamente no lo comí. El que parecía el maitre o, maitriño -como dirían por estos lares- se acercó a mí entre apesaumbrado, decepcionado y triste preguntándome por qué no había tocado el plato. Mi contestación fue sutil y comedida, pues por más que la ira inyectaba mis ojos en sangre, intenté no perder la educación y la compostura. Y, aunque hubiese preferido poder comer, es un detalle a agradecer que en la cuenta no figurase mi pedido.

No tomamos postres, obviusly, y por cómo el maitriño nos acompañó hasta la puerta, sospecho que influyó en su actitud el hecho de vernos con el molesquine relatando los pormenores de nuestra despreciable velada.

¿Qué se le va a hacer? Otro sitio más al que nunca volveremos.

Suscribe: Lánguida Famélica

04 junio, 2008

Última hora -necrológicas-

El otrora prometedor vividor Giacomo Meressi hoy, 4 de Junio, ha sido hallado sin alma en su vivienda habitual. La noticia saltó cuando, al mediodía, su habitual pléyade de admiradores acudió a su hogar como todas las mañanas a observarle mientras él se escuchaba hablar.

Pero hoy, no acudió con el batín de seda -aparentemente descuidado y pulcramente sonriente- a recibirles a la puerta de sus aposentos. Estaban acostumbrados a que el maestro, ciertos y frecuentes días, les obsequiase con un dandismo decadente -al cual, el vulgo llamaría resaca-.

Sin embargo, nada les había advertido a sus fieles, de que encontrarían una puerta entreabierta y, con su bien amado post-rock como música de fondo, un cuerpo abandonado, tembloroso, postrado. Aquel discípulo de la más regia estirpe de bon vivants italianos les pedía a todos, inconsolable, perdón por existir. Les explicó que él ya no era él y que no sabía si algún día volvería a serlo. Entre sorbos apresurados a botellas de Rosso di Montepulciano y terrenales sollozos, les confesó que la noche anterior, había blasfemado de manera patética contra su alma.

Dijo que ya no era digno de ella y que no podía por más tiempo mantenerla con las vanas diversiones que -durante meses- había ofrendado a su única y amada compañera. Añadió, que dudaba de que la belleza -su épica musa- aquella con la gracia de las palabras adecuadas, la que procuraba inteligente compañía, la que permitía la callada complicidad, la que le obsequiaba siempre con la sonrisa feliz, aquella a la que juró acompañar en las noches y en los despertares, se dignase a aceptar sus físicos y metafísicos ruegos. Repetía -inconsolable- que, sin la inspiración de Calíope, estaría mal hecho el mundo.

Según testigos presenciales, sus ojos -sin el brillo de los últimos meses-, eran puras ojeras otorgadas por las pesadillas y la culpa. Delante de ellos, abjuró de si mismo y del sinsentido de su existencia.

La noticia se extendió como un reguero de whisky. Comenzaron a llegar los telegramas. Sus bien amados excompañeros de pose estética (Chatterton, Wilde, Argullol, Vegas…) le enviaron cartas reprobatorias por haber maltratado su único don. “¿Si alguien maltrata lo que ama, qué se puede esperar de él?” Le espetó -indignado y borracho- Bogart.

Según las últimas noticias -el artista anteriormente conocido como Giacomo Meressi- se ha abandonado definitivamente. Tan sólo escucha Sigur Rós e Indi Halda, la música que fue testigo de su fulgor. De sus únicos y más felices momentos vitales.

A continuación, como indigno colofón, recogemos sus únicas y crípticas declaraciones: “por las cosas revueltas que dan vueltas dentro de mí; por cosas que ni tan siquiera me atrevo a decir; por la noche pasada, y por la otra, y por aquella también; perdón por el gran sinsentido; por la gente moderna; por querer comprenderlo y, sobretodo, por no comprender; por la gran decadencia de una vida pidiendo perdón... Perdón.“

Según testigos presenciales, una vez conclusa su perorata, haciendo acopio de fuerzas, se levantó, se vistió, se ciño por última vez su pañuelo negro y dejó que una esperanza, tan irracional como bella, le guiase en su camino a ninguna parte.

Informa: Maldito Exmaldito

03 junio, 2008

La siesta de los crêpes provoca monstruos


Para dos personas:
· Ensalada para compartir.
· Crêpe de carne, pisto, picante, bechamel y tomate.
· Crêpe de ajetes, trigueros, mozzarella y bechamel.
· Dos copas de vino.
· Botella de agua.

Una mezcla entre burdel barato e institución privada para guardar niños. Eureka, he hallado la descripción perfecta para ese manufactor de comidas llamado "la creperie".

Situado en un lugar tan excesivamente privilegiado como es la mismísima plaza de Quintana, entras y lo primero que te azota es el atronante sonido de no tanta gente; después, la pésima decoración de tonos pastel y cenefas.

Apurados, te apretujan en una mesa para dos y te echan la carta encima. Describirla me supone un esfuerzo tal que prefiero gastar mis energías en improperios más productivos para con los lectores. Tan sólo diré de ella que resulta un mejunje de crêpes (todos con bechamel, que no falte... ¡más bechamel, más bechamel! ¡Es la guerra!), ensaladas que parecen dignas hasta que ves que las sirven no en un plato, no, sino en una especie de abrevadero con lecho de lechuga y los demás platos no son ni dignos de mención. No hay carta de vinos, sólo una lista de nombres que supuestamente se corresponden con bebidas y que deben conocer ellos y el anciano que los fabrica en la parte trasera de su (se me iba a escapar una barridad) puta (se me escapó) montuosa casa.
Por benevolencia hoy acepto el lanzamiento de platos como la acción de servir. Eso hicieron, uno tras otro sin siquiera retirar el anterior. Una vergüenza, una falta de profesionalidad y, ante todo, un detalle que denota mucha dejadez.

La copa de vino que nos sirvieron quedó intacta en la mesa, algo que, si ya de por sí es preocupante, más lo es si comento que nos peleábamos por ese agua de mondariz que aquí tanto gusta y que en nuestra nada humilde opinión es un fluido de charca poco destilado. Ni qué decir que nos negamos a pedir los postres y los cafés en aquel lugar. Pagamos la excesivamente generosa cuenta -sin un solo céntimo de propina, dios bendiga esta España nuestra- e, indignados, nos fuimos.

Suscribe Lánguida Indigesta

02 junio, 2008

Metamística del alma

Suena Hallelujah, versión Jeff Buckley. Misterios de la vida. Tras sucesivas y eternas canciones del infraser James Blunt -¡ay!, ojalá algún serbo/croata/kosovar hubiera tenido mejor puntería-, una extraña voluntad -u otra más informática llamada random- ha traído esto a la inconsútil y bizarra cafetería en que me -nos- encontramos.
Y esta perorata, ¿para qué coño?. Como introducción de un cósmico concepto al que algunos llaman "director de cine de nuestra vida cotidiana".

-Advertencia, modo surreal:"on"- El transcriptor no se hace responsable de las incoherencias vertidas a continuación.

El director de cine de nuestra vida cotidiana posee varios atributos. El primigenio, fue el de dotar de componente musical a nuestros actos. Existe la variedad sutil -cuando nos vienen melodías a nuestra linda cabecica- o la épica, ¡la homérica!. Me refiero a los epifánicos momentos en los que canciones suenan y sabemos que esas y sólo esas, son las que deberían sonar en ese mero instante. Lo reconocemos por una vaga sensación de irrealidad y de coherencia ontológica transitoria.

Pero entremos en fangos metafísicos. Los planos más complejos de nuestra alma, tan sólo dependen del voluble caracter de nuestro cinematógrafo privado e intransferible. Desengañaros de otras tontunas que os hayan contado... supercherías.

Grosso modo, espacio-temporalmente podemos distinguir varias escuelas:

- Norteamericano spilberiano: se reconoce a estas personas por su afán de notoriedad, por su desmesurado afán de que todo orbite a su alrededor y por buscar el don de agradar baudelariano de la manera más zafia posible: rebajándose al nivel de la turba.

- Norteamericano alleniano: bajo un halo de timidez, tampoco renuncia al centro de atención. Estos individuos buscan alcanzarlo no por la palabrería vana, si no por el ridículo. Por la universal conmiseración, que se nos presupone a todos hacia el patán, el torpe y el feo. ¿Ustedes la sienten? Yo tampoco.

- Latino felliniano: todo resulta escaso. Más color, más botellas, más alto, más dispendio... suele durar un tiempo y luego desembocar en otro estado cinematográfico o en el óbito gargantuesco. Demasiado fulgor para un solo alma. Arquetipo: Mynheer Peeperkorn.

- Británico Wodehouse -sí, lo sé, es escritor, pero aquí soy yo el que manda-. Ciertos reparos, les impiden participar de la vida a fondo, a no ser que se impongan los imprescindibles guantes. Salir de sus reductos, plenos de clase y decadencia, resultaría mezclarse demasiado con la materia corrupta que invade todo, entorpeciendo la belleza. Si es que ya nada es lo que era...

- Nórdico Bergmaniano: ni contigo, ni sin ti. Todo es metafísico, duro e incomprensible. Capaz de quedarse mirando una bandada de pájaros, o un vaso de agua con burbujicas y defender una teoría sobre la incapacidad metamística de conocerse a uno mismo -a los demás ya ni te cuento...-. Muy, pero que muy atormentado.

P.S: mi director de cine cotidiano es un cachondo. Ahora me deleita con Franco Battiato y su "yo quiero verte danzar". Probablemente, se ha cabreado por desvelar su existencia al vulgo. A esto, se le llama "Justicia cósmica", pero esto -queridos míos- sería otra historia.

Suscribe Maldito cinéfilo

01 junio, 2008

Asueto dominical

La desgracia se cierne sobre nuestras lánguidas y malditas almas.

Como entes en proceso de decadencia que somos, nos guarecemos del soleado día para disfrutar del dominical desayuno en el lugar de Santiago cuyo auge queda ya en un pasado más que ulterior.
Aquí puedes encontrar de todo; desde matrimonios ancianíticos que siguen pensando que este sitio es lo más y familias de turistas que no saben dónde meterse, hasta nosotros, que hemos encontrado una estancia recóndita donde nadie más entra y parece que tenemos el reservado VDP -very damned person-.

Pero esta no es nuestra desgracia -al menos no la más grande ni acuciante-, sino el hecho de que ni una masa entera de incompetentes camareros ha podido frenar el impulso incontenible de un hombre que se ha empeñado en tocar el piano.
Desde nuestra estancia privada no se veía nada, sólo comenzamos a oír el piano de pronto: horrible. El Señor Maldito comenzó a resoplar y chasquear la lengua, cada vez con más indignación, comenzó a pasar las páginas del periódico cada vez con más fuerza, levantaba la mirada hacia la puerta por donde entraba el estruendoso sonido... El ente seguía aporreando el -por otro lado- bellísimo piano de cola. Éste no aguanta más, se levanta indignado y va hacia la puerta, la abre, sale, vuelve:

- Bah, sólo es un borracho -dice asqueado con un ademán de desprecio.

La música cesa.

Expelido por Lánguida.