y los libros hablaban y hablaban
pero Dios iba diciendo
pronto se acabará el mundo

Leopoldo Panero

27 octubre, 2008

Ya asentados y readaptados al nulo fulgor gallego, nos sentimos dispuestos a continuar con este extraño compendio vital y qué mejor forma de hacerlo que hablando del nada increíble concierto del Señor Vegas y la Señorita Rosenvinge.
Estos personajes, que durante tanto tiempo han inspirado las vidas de Mr. Maldito y Mrs. Lánguida (¡presente!) no nos intentaron deleitar el viernes pasado en un concierto en esta extraña ciudad; sin embargo, y dado el amor incondicional que profesámosles, son merecedores de una entrada por el simple hecho de acercarse hasta esta tierra de nadie.


La humedad de Santiago recorría las calles de una noche otoñal. El viernes se enfriaba con la llegada de la noche, pero el calor con que la emoción nos embargaba nos alejaba de tan ruín sentimiento.
A las puertas del teatro renacentista se abarrotaban los señores con sombrero, gabardina, bufanda y bastón, cuando aparecieron los dos más que reconocibles rostros de nuestras esperadas estrellas. Dos melenazas, una más rubia y más larga que la otra, hacían su aparición por entre la multitud como si aquella no se abalanzase sobre ellos. Sus melenas se agitaron con un gesto tan recio que todos se apartaron tan emocionados como asustados. Las estrellas, cogidas del brazo y erguidas sobre su propio ego avanzaron hacia la puerta, la atravesaron y recorrieron el interior del lugar, el pasillo por entre las butacas de aquel maravilloso teatro, y avanzaron hacia el olimpo de su escenario sobre el que libaron con sus voces durante horas mientras el público, recostado en sus butacas alcanzaba el éxtasis con sus melodías.


O, al menos, así debería haber sido. Tan sólo un par de momentos consiguieron sacar al público gallego de su tan asombroso como habitual letargo, pero éstos sólo son dignos de mención para algún cronista del corazón con menos trabajo del habitual.


Publica: Lánguida Rehabilitada

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