y los libros hablaban y hablaban
pero Dios iba diciendo
pronto se acabará el mundo

Leopoldo Panero

12 enero, 2009

Clichés demodé

Niño es un embaucador capaz de sacarle cuartos a su padre durante cincuenta y un santos años para explorar el abismo, la antesala de la nada y -entre otras ridículas y pretenciosas cosas- el lago más alto del mundo donde reposan todas las almas de todos los muertos de toda la existencia.

Partiendo de este personaje de Vila-Matas pienso sobre la honestidad -o en este caso sobre la falta de- en ciertas personas que engañan al tiempo sin querer afrontar ciertos pasos supuestamente iniciáticos que rigen esta sociedad. Véase: buscar trabajo, contribuir al engranaje social, casarse, procrear y morir. Me considero bastante incapaz para aceptar casi todos de estos pasos voluntariamente. Me da pereza. ¿Tan grave es?  Debería haber un reconocimiento lo suficiente profundo y acertado para separar la clase diletante de la laboriosa. El zángano del obrero. El mandado y el aristócrata. Quizás esto sea por mi reciente descubrimiento del Antimodernismo (antidemócrata, antiilustración, reconocimiento del pecado capital, melancólico, gustoso de lo sublime y proclive al vituperio) o mi más último cliché (el cuál mi adorada lánguida lleva días soportando), el de retrorromántico. Pues eso, que me descubro como actor, que admito que imposto mi voz y como ser en rebelión que contiene multitudes lo guitaré hacia quien no le quede otra opción que oirme: 

- Soy un niño antimoderno y retrorromántico. He dicho.

Suscribe: Maldito splínico
No suscribe lo dicho: Lánguida desdiciente. 

No hay comentarios: