El otrora prometedor vividor Giacomo Meressi hoy, 4 de Junio, ha sido hallado sin alma en su vivienda habitual. La noticia saltó cuando, al mediodía, su habitual pléyade de admiradores acudió a su hogar como todas las mañanas a observarle mientras él se escuchaba hablar.
Pero hoy, no acudió con el batín de seda -aparentemente descuidado y pulcramente sonriente- a recibirles a la puerta de sus aposentos. Estaban acostumbrados a que el maestro, ciertos y frecuentes días, les obsequiase con un dandismo decadente -al cual, el vulgo llamaría resaca-.
Sin embargo, nada les había advertido a sus fieles, de que encontrarían una puerta entreabierta y, con su bien amado post-rock como música de fondo, un cuerpo abandonado, tembloroso, postrado. Aquel discípulo de la más regia estirpe de bon vivants italianos les pedía a todos, inconsolable, perdón por existir. Les explicó que él ya no era él y que no sabía si algún día volvería a serlo. Entre sorbos apresurados a botellas de Rosso di Montepulciano y terrenales sollozos, les confesó que la noche anterior, había blasfemado de manera patética contra su alma.
Dijo que ya no era digno de ella y que no podía por más tiempo mantenerla con las vanas diversiones que -durante meses- había ofrendado a su única y amada compañera. Añadió, que dudaba de que la belleza -su épica musa- aquella con la gracia de las palabras adecuadas, la que procuraba inteligente compañía, la que permitía la callada complicidad, la que le obsequiaba siempre con la sonrisa feliz, aquella a la que juró acompañar en las noches y en los despertares, se dignase a aceptar sus físicos y metafísicos ruegos. Repetía -inconsolable- que, sin la inspiración de Calíope, estaría mal hecho el mundo.
Según testigos presenciales, sus ojos -sin el brillo de los últimos meses-, eran puras ojeras otorgadas por las pesadillas y la culpa. Delante de ellos, abjuró de si mismo y del sinsentido de su existencia.
La noticia se extendió como un reguero de whisky. Comenzaron a llegar los telegramas. Sus bien amados excompañeros de pose estética (Chatterton, Wilde, Argullol, Vegas…) le enviaron cartas reprobatorias por haber maltratado su único don. “¿Si alguien maltrata lo que ama, qué se puede esperar de él?” Le espetó -indignado y borracho- Bogart.
Según las últimas noticias -el artista anteriormente conocido como Giacomo Meressi- se ha abandonado definitivamente. Tan sólo escucha Sigur Rós e Indi Halda, la música que fue testigo de su fulgor. De sus únicos y más felices momentos vitales.
A continuación, como indigno colofón, recogemos sus únicas y crípticas declaraciones: “por las cosas revueltas que dan vueltas dentro de mí; por cosas que ni tan siquiera me atrevo a decir; por la noche pasada, y por la otra, y por aquella también; perdón por el gran sinsentido; por la gente moderna; por querer comprenderlo y, sobretodo, por no comprender; por la gran decadencia de una vida pidiendo perdón... Perdón.“
Según testigos presenciales, una vez conclusa su perorata, haciendo acopio de fuerzas, se levantó, se vistió, se ciño por última vez su pañuelo negro y dejó que una esperanza, tan irracional como bella, le guiase en su camino a ninguna parte.
Informa: Maldito Exmaldito